Adriana Valdés: “Cada mujer que se destaca, contribuye a que las demás sean más respetadas”

La académica, ensayista y crítica de arte nos cuenta en esta entrevista acerca de los desafíos que tuvo que enfrentar para avanzar en su carrera profesional y promover el cambio cultural hacia una mayor equidad de género.

Adriana Valdés estudió Castellano en la Escuela de Pedagogía de la Universidad Católica. Fue Directora de la División de Documentos y Publicaciones de la CEPAL, organismo de Naciones Unidas, con sede en Santiago. Desde mediados de la década del ’70, comenzó a publicar artículos sobre cultura, literatura y artes visuales. Fue nombrada miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua el año 1993. Fue la primera mujer vicedirectora de la Academia, elegida el 2010 y reelegida el 2013. Ha publicado ensayos y libros sobre la obra de Enrique Lihn, Alfredo Jaar y Roser Bru, entre otros.

¿Cómo ha sido para usted desarrollar una carrera académica e intelectual en un mundo mayoritariamente masculino?

No sé si mi mundo académico e intelectual es ahora mayoritariamente masculino.  Sin duda lo fue en generaciones anteriores.  Leo ahora una biografía muy buena del poeta Gonzalo Rojas (1916-2011) y me impresiona terriblemente el lugar tan desmedrado que tenían las mujeres escritoras, y cómo las redes de amistades y contactos no incluían mujeres, salvo las “mujeres de…”  Algo de eso se mantiene, no tanto como antes.

¿Qué desafíos profesionales tuvo que enfrentar por el hecho de ser mujer?

Creo que el desafío más importante fue el de ingresar a la categoría de profesional.  En mi generación eran menos las mujeres universitarias y más fuerte la presión hacia la formación de una familia en la primera juventud.  Entonces, a la edad en que muchos están terminando sus carreras, yo ya tenía mis tres estupendas hijas.  Durante su crianza era muy difícil trabajar tiempo completo; incluso me fue difícil terminar mi memoria (así se llamaban las tesis de entonces).  Tampoco pude pensar en becas o en irme al extranjero a estudiar; tuve por fuerza que ser autodidacta en muchos, muchísimos aspectos.

Cuando dejé de ser académica para transformarme en funcionaria de las Naciones Unidas, en 1975, el hecho de ser mujer fue una ventaja.  Las Naciones Unidas es en ese sentido un laboratorio de la aplicación de las normas internacionales sobre la igualdad de derechos de las mujeres en el trabajo.  Fueron 25 años, hasta tener derecho a jubilarme anticipadamente: mi jubilación ha sido mi beca para volver a dedicarme al trabajo académico, publicar mis libros, etc.

En mis distintos trabajos, creo que enfrenté un desafío común a todas las mujeres: el del automatismo, muchas veces inconsciente, que hace que no se las tome en serio.  Y que obliga a trabajar el doble, a ser doblemente competente, para revertir esa situación.

Muy pocas mujeres han sido reconocidas como Premios Nacionales en Chile. Considerando que usted integró el jurado de los Premios ¿qué opina de esta situación?

Cito a María Teresa Ruiz, Premio Nacional de Ciencias y Presidenta de la Academia Chilena de Ciencias.  (Es la primera Presidenta de una Academia, este es un hecho histórico.)  Ella dice que el Premio Nacional manda un mensaje muy fuerte: “lo que tú haces le importa al país.”  Creo que a medida que las mujeres que se incorporen más, aumentarán los premios a ellas.   En eso también hay que vencer un prejuicio inconsciente, que muchas mujeres compartimos (me doy cuenta de eso con vergüenza).  Ese prejuicio inconsciente es que la historia de cualquier disciplina tiene nombres claves, y que estos son casi todos hombres.  Como si lo que hacen las mujeres estuviera en una historia marginal.  Al menos así fue siempre en literatura.  Cuesta romper con eso, pero de a poco se está logrando.

Ha habido avances importantes en temas género en los últimos años ¿Qué se necesita para lograr la igualdad de oportunidades entre hombre y mujeres en el ámbito profesional y académico?

Se necesita un cambio cultural que ya está en proceso.  Lo veo y participo: me ha tocado ser la primera mujer vicedirectora de la Academia de la Lengua, y una de las pocas Consejeras del Instituto de Chile.  Se trata de un cambio de hábitos, que depende sobre todo de que los hombres se acostumbren a un trato profesional de iguales. Nosotras podemos favorecerlo a través de un comportamiento muy profesional, eficiente y a la vez cálido.  Es un cambio enorme en nuestra generación.  Cada mujer que se destaca, en ciencias, artes, letras, política, contribuye a que las demás sean más respetadas.  En ese sentido es grande la responsabilidad de las que somos más visibles.  Debemos sorprender y convencer, para superar la fuerza tremenda de los estereotipos y de la inercia.  Debemos hacer visibles los comportamientos muchas veces inconscientes que crean situaciones de discriminación y subordinación de las mujeres.  Cuando se pueda, con más humor que indignación: muchos estereotipos impresentables se caen solos cuando logramos reírnos de ellos y socializar esa risa.

 ¿Qué opinión tiene usted sobre postergar la edad de jubilación en las mujeres?

Creo que se va a postergar la edad de jubilación de todas las personas, lo que corresponde a una extensión de la llamada “vida útil”, a la mejor salud, etc.    Tengo sentimientos encontrados.  Creo que muchas mujeres son más felices que los hombres, en general, al jubilar: la casa ha sido su terreno propio, y su valoración de sí mismas no es exclusivamente por el trabajo. Creo que la vida contemporánea – trabajos más parecidos, menos número de hijos – va a llevar hacia una mayor igualdad también en las edades de jubilación.  Creo que es justo, pero también doloroso para las mujeres, y que debe ser progresivo, aplicarse a quienes ingresan ahora en la fuerza laboral.

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