La sombra machista en la literatura

El periódico español El Mundo entrevistó a siete escritoras latinoamericanas, quienes analizan las barreras a las que se enfrentan las mujeres en la industria editorial.

La larga sombra del machismo se extiende sobre el mundo literario en América Latina. Muchas veces es una silueta difuminada, a duras penas perceptible, pero en otras ocasiones tiene un claro contorno, abundante contraste, y se reconoce perfectamente. En algunos momentos menosprecia, en otros arrincona y más de una vez trata de imponer que los temas más banales son para las autoras. “Cuando terminé Leopardo al sol (Alfaguara, 1993) un editor me dijo: ‘Está bien pero parece escrita por un hombre”, cuenta la colombiana Laura Restrepo (Bogotá, 1950) sobre una novela que se adentra en la violencia entre clanes de su país.

Hace más de cuatro décadas que Margo Glantz (Ciudad de México, 1930), premio FIL Guadalajara 2010, logró que se publicara una de sus obras de ficción. Eran los años 70 y había esquivado en más de una ocasión los desprecios a su obra. “Mis primeros libros nadie los quiso publicar. Era profesora de universidad y solo querían ensayos. Rechazaban los de ficción y en parte se debía a que era mujer. Mi siguiente obra también la tuve que pagar a cuenta de autor”, señala.

También sonaba extraño que Nona Fernández (Santiago de Chile, 1971) se adentrase en la historia política chilena en sus novelas, en lugar de abarcar los temas que una larga tradición ha adjudicado a las mujeres. “Llegué con uno de mis libros y les gustó pero me dijeron que por qué no escribía sobre la bulimia. Entonces me di cuenta de que estaba entrando en territorio masculino”, cuenta la escritora, galardonada en 2017 con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz.

Las tres han sobrepasado fronteras, han roto con los límites establecidos y se han rebelado frente a los prejuicios de la industria del libro donde también está incrustado el machismo que ha permeado todo desde tiempos remotos. “Hay un cielo [literario] y nosotras estamos en el purgatorio o en el limbo. Se cree que la intelectualidad es para los hombres”, añade la nicaragüense Gioconda Belli (Managua, 1948). La misoginia se resiste a abandonar el mundo de las letras donde sin embargo han ejercido desde hace décadas su poder un buen número de agentes literarias como la ya fallecida Carmen Balcells (1930-2015) y de editoras – Elena Ramírez (Seix Barral), Silvia Sesé (Anagrama) o Beatriz Moura (Tusquets)-. Y que además, en 2018 ha mirado más que nunca a las escritoras. Todos los premios nacionales de literatura en España han sido para ellas, con excepción del de historia. También el Cervantes recayó sobre Ida Vitale quien además se hizo con el FIL de Lenguas romances. Un reconocimiento que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara que en esta edición ha dado más visibilidad que nunca a las escritoras. En el encuentro literario más importante en español se han celebrado más de una decena de mesas para hablar de Me Too, feminismo y letras.

“No me gustaría que me diesen un premio por ser mujer, ni que me incorporen a una mesa porque necesitan un cupo femenino. No quiero ser la figurita que les arregla la fiesta. Pero tampoco me agradaría no aparecer porque se actúe con pereza y no se busque a mujeres debido a que sus nombres son menos evidentes”, defiende la argentina Leila Guerriero (Junín, Argentina, 1967).

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