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ARTES VISUALES | Nueva exposición en el Museo Andino Lea Kleiner: la naturaleza en su arte y su vida
La consagrada acuarelista presenta una muestra que explora su paso por tres disciplinas: grabado, fotografía y acuarela. Además, revisa su vínculo con el mundo natural en su vida y su quehacer artístico
En todos sus años con el pincel, Lea Kleiner nunca ha retratado una figura humana. ‘Nunca he pintado ningún ser viviente que no sea una planta’, dice. Y alegre, a sus 91 años, agrega: ‘quizás es momento de intentarlo’.
En toda su obra plástica la protagonista es la naturaleza. Difuminados paisajes, flores y plantas aparecen en sus grabados, sus fotografías y acuarelas, que se acercan a la abstracción.
El Museo Andino -emplazado en la Viña Santa Rita, en Alto Jahuel- ha organizado dos exhibiciones dedicadas a ella. La primera, recién abierta, lleva por título ‘Lea Kleiner. Revelación de una mirada’. Incluye sus obras como fotógrafa (fue alumna de Bob Borowicz), grabadora -integró el Taller 99- y acuarelista. Esta última ha sido su gran pasión: Kleiner ha marcado el ambiente artístico chileno a través de la formulación de novedosas técnicas (como el húmedo sobre húmedo) y también ha formado a generaciones de nuevos acuarelistas.
A esta reciente muestra le seguirá otra que se abrirá alrededor de mayo y que estará dedicada exclusivamente a esta disciplina. Tras ambas exposiciones -cada una con cerca de 50 piezas-, están las curadoras Macarena Murúa y Micaelina Campos, arquitecta y acuarelista.
Campos -amiga y alumna de Lea- resalta que esta es la primera exhibición que abarca toda la trayectoria de la artista, desde sus inicios hasta sus últimas producciones. ‘Y también la muestra a ella con su historia, su entorno’. En las vitrinas del Museo Andino, además de sus obras, se exponen objetos personales, como sus pinceles, cuadernos infantiles o el pasaporte con el que llegó desde la antigua Yugoslavia (actual Croacia), con parte de su familia judía, sorteando los inicios de la Segunda Guerra Mundial. ‘La muestra hace un relato completo de su vida, de sus motivaciones y de su continuidad en las diferentes técnicas’.
Dentro de la obra de Lea se mezclan e intersectan los géneros pictóricos; hay fotos de flores que parecen acuarelas y acuarelas que podrían ser fotos difuminadas. Todo se funde en colores acuosos y en el personal retrato de la naturaleza. ‘Mi mano se reconoce indistintamente, ya sea en una acuarela o un grabado. Hay un hilo conductor, una sensibilidad mía. Es difícil describirla. Hay que verlo para entender’, señala Lea, sentada en su departamento en Vitacura, donde habitan, más que nada, sus múltiples pinturas.
Sobre la exposición recién abierta, explica que desenterraron muchos objetos personales, y con ello, sus recuerdos de tiempos pasados. El interés en el arte y la naturaleza aparecen desde su infancia, como demuestran las fotos, dibujos y otros elementos exhibidos en el Museo Andino. ‘En realidad, todo empezó con la fotografía, mi papá era fotógrafo aficionado. Pero lo que más tiene que ver con mis recuerdos es mi mamá, que era paisajista y marcó mi interés en el tema de los jardines, del mundo natural’.
El departamento que habitaba en la ex Yugoslavia estaba al pie de un cerro. ‘El cerro era parte de nuestro jardín’, rememora. ‘También me acuerdo del Mar Adriático donde íbamos a veranear, de color azul verdoso’. El arte fue durante su infancia, una suerte de escape cuando se vio obligada, en 1939 y a los diez años, a dejar su tierra natal. ‘Dibujábamos y pintábamos para entretenernos en el barco a Chile’. Un periplo que duraba cerca de 30 días, en el que estuvo acompañada por sus padres y su hermana. ‘Otros parientes se quedaron en Europa, para desgracia de ellos’.
Con la vista ya en el presente, Lea reflexiona que este año, por primera vez en su vida, no dará clases. Durante años, enseñó Artes Aplicadas en la Universidad de Chile y en talleres particulares. Cuando está en ese rol, dice que ‘está en lo suyo’. ‘Me gusta transmitir, pero sin imponer mi manera de ver el mundo’; una visión que describe con dos palabras: silencio y agua. ‘Ambos son conceptos muy importantes en mi vida y es normal que se plasmen en mi obra. Si no, no funciona’.
En silencio va usando sus gruesas brochas y construye obras en las que prima siempre su dejo acuoso, sin importar la técnica para retratar la naturaleza. Cuenta que ya en los cuadernos que guardó de su niñez, escritos en croata, hay dibujos; ‘cosas que quieren ser tulipanes’. Esa mirada parece haberla heredado algunos integrantes de su familia. Mira con orgullo hacia atrás, donde está enmarcada una fotografía tomada por uno de sus hijos. Ahí aparece, en planos coloridos y difuminados, otro tulipán.
Fuente: El Mercurio (http://portal.nexnews.cl/showN?valor=dkqty)